No le va la vida en abrir su cuenta de
correo electrónico, no se lanza con avidez a comprobar lo que ha estado
ocurriendo en Facebook mientras dormía; no pierde un solo instante en mirar lo que
se ha cocido en Twitter. David Macián
pertenece a una nueva tribu urbana, exótica pero cada
vez más numerosa: la de los desconectados. Personas que, voluntariamente, han
decidido poner freno a la vorágine de internet y hacerle un
corte de mangas a eso de la hiperconectividad. Unos marcianos que han resuelto
aparcar la vida virtual para dedicarse
a vivir la vida real.
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