Aunque es frecuente criticar
las modas arbitrarias —como el vermú, la nostalgia o las bicis sin
cambio—, yo creo que disfrutar de «tonterías» es una enorme virtud. Pensemos
en el verano. Criticamos a la gente por leer el nuevo de Millenium,
por viajar a Benidorm, o por compartir fotos de gin-tonics con
cardamomo. Criticamos a los tipos de treinta que deciden hacerse runners
y a las chicas que se disfrazan de tenista para jugar un día al pádel. Incluso
he visto criticar a esos turistas que recorren Madrid con un telescopio de
hacerse selfies, que efectivamente van haciendo el ridículo, pero
muertos de risa.
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