“Siempre te querremos, Madiba. Descansa en paz”. Nelson Mandela murió anoche en su casa de Johanesburgo, después de casi seis meses ingresado en hospital de Pretoria. Más que un hombre, Sudáfrica perdió ayer a “un padre”, al “hijo más grande”, anunció el presidente, Jacob Zuma, en un discurso televisado a toda la nación desde los Union Buildings, la sede del Gobierno en Pretoria. La muerte de Mandela se produjo hacia las 20.50 hora local (una menos en la Península). “Mandela se ha ido en paz y rodeado de su familia”, informó un Zuma visiblemente afectado, que anunció que todas las banderas del país lucirán a media asta hasta el día del funeral. Con Mandela no sólo muere un hombre, un presidente sino que se va un icono y símbolo de la paz y de la reconciliación a nivel global.
Y Sudáfrica no quiere ahorrar en protocolo para despedirle. Madiba, como se le conoce en el país, tendrá un funeral de Estado, previsiblemente el próximo 14 de diciembre, en el que con toda seguridad asistirán las más altas representaciones políticas, sociales y culturales de todo el mundo. Mandela no era un santo, como él mismo no se cansó de repetir ante los elogios que casi lo elevaban a los altares, pero ya en vida pasó a la historia mucho más allá del hombre.
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