Toni llega sistemáticamente tarde a todas las citas. Y si algo le caracteriza es la celeridad. Su tremenda impuntualidad no se debe, pues, a que sea lento, sino a que su vida la forma una concentración de actividades pegadas unas a otras. Por muy deprisa que vaya, nunca puede llegar a tiempo. Una frase lo caracteriza: “No quiero malgastar la vida”. Y allí se encuentra la raíz de su conducta.
En la sociedad en que vivimos, si algo nos define es ir acelerados, y no solo en la faceta laboral, sino también en nuestra parcela ociosa. Huimos de un miedo que tenemos escondido en todas nuestras células: que llegue el final de nuestras vidas y que nos arrepintamos de no haberla vivido más intensamente o haberla desperdiciado.
El sufrimiento es algo muy íntimo. La sensación de soledad, de culpa, las dudas, la negrura que se nos instala dentro, suele parecernos algo muy nuestro. Propiedad privada. Solemos esconderlo; los demás, que nos parecen más felices, no podrían entenderlo. Todos solemos enseñar nuestra cara más sonriente. Así, unos idealizamos la vida de los otros. Pensamos que detrás de la sonrisa de los demás se encuentra una vida más fácil que la nuestra.
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